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La Cuaresma es una ocasión propicia para reforzar convicciones y compromisos; por ejemplo, austeridad frente al consumismo, pensar bien de los demás frente a hablar mal de ellos, no creernos los mejores y pensar que los malos son los otros, etc. Haremos muy bien, además, si nos echamos a la cara las Bienaventuranzas (Mt 5,2-12). Jesús condensa en ellas el ideal cristiano. Al mirarnos en su espejo nos podemos preguntar: ¿Qué nos falta?, ¿qué nos sobra?
En Cuaresma se nos pide, ante todo, misericordia. Y la misericordia, bien entendida, es:
— Sentir la miseria del hermano.
— Practicar el amor ante la miseria del hermano.
— Demostrar con gestos y acciones la preocupación por todos los hermanos.
Hay obras de misericordia que son individuales; por ejemplo:
— Dar esperanza al que está desanimado.
— Consolar y animar al triste.
— Ayudar a encontrar trabajo.
— Visitar al enfermo.
— Ayudar al empobrecido.
— Recuperar al delincuente.
Hay otras obras de misericordia que son colectivas:
— Combatir las injusticias.
— Defender la paz.
— Trabajar por la unión de los vecinos.
— Apoyar iniciativas y gestos de solidaridad.
Muchas veces la vida misma se encarga de presentarnos alternativas para mejorar. Jesús es luz, don de Dios, Palabra con fuerza renovadora, agua viva, buen Pastor... Y en Cuaresma Jesús es el gran testigo de la misericordia y del perdón de Dios.
P.Hidalgo